miércoles, noviembre 19, 2008

Prince, prince, prince...

De verdad mi Princesa que no sé qué hacer con vos... Sos la niña más extraña y menos rola que he conocido. Ningún prototipo se te ajusta y lo peor de todo es que me haces sentir inseguro. Todo es discutible, me pones los pies de barro, y las palabras que hasta hoy defendía ahora son un discurso trasnochado.

Pero me encanta escucharte las miles de historias, me encantan las horas a tu lado que comienzan con pequeños asuntos que podrían resolverse en cuestión de minutos. Un coctel fue una velada eterna, devolverte las cincuenta barras terminó en un par de horas en un paradero de buses con tu genio a punto de explotar y mi sorna en su mejor momento. Eres la Scherezada moderna, a la que pienso decapitar en las noches pero quien se roba mis mejores pensamientos en la mañana. Soy un sultán en problemas porque no sé cómo es la mejor forma de abordarte.

Felipe, ese que se aparece por tu oficina más de lo recomendable, es un hombre básico. De dos por dos como diría una amiga. Que sueña despierto y duerme poco. Que come cuanta chuchería hay. Un tipo cursi, normal, como todos los hombres que se cruzan por tu vida, como el busero que no te hace el pare, como el fotógrafo de la agencia, como el que te pide limosna. Un hombre común y silvestre que de extraordinario solo tiene la capacidad de pegarle bien con las dos piernas a un balón. (O pegarle mal con ambas piernas porque eso es relativo, al igual que el vaso medio lleno, está a la misma vez medio vacío). De extraordinario solo el resultado de un IQ que me salió mejor hasta de lo que me esperaba.

Un hombre que llora como cualquier mujer, que le da pecueca si no se lava los pies o que se enferma con cualquier ventarrón. Básico como todos, que se olvido de ser celoso para evitar los dolores del alma y que cuando despierta de ese aletargamiento ya es tarde. La experiencia me ha demostrado que cuando se me despiertan los celos ya no se puede hacer nada. Que no es machista porque alguna mujer que se cruzó en su camino le extirpó esa parte del mundo... pero que de resto tiene todos los errores posibles.

En cambio vos no tenés un prototipo, no hay nada a priori, no hay nada válido... todo nace cuando se hace. Y a esta hora ya te estoy extrañando, pero sé que en la noche voy a querer decapitarte, terminar con este remedo de las mil y una noches. Pero después sé que de nuevo quiero escuchar tus voces y pasar las muchas horas a tu lado, aumentando la agonía de saberte diferente al resto del mundo... soportando la agonía de eso que tú llamas importaculismo en un momento pero que cuando te vas en el bus haces un gesto amoroso de, cuídate, que te vaya muy bien.

Necesito decapitarte.

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