lunes, febrero 28, 2011

Cubano en Colombia escribe Poética de la comedia

Joel Sánchez, un cubano radicado en Colombia desde hace más de una década, humorista de profesión, profesor y director, recientemente ha publicado un libro de la ingeniería del humor llamado Librucho: El proceso creativo en la comedia.

"Yo estuve buscando este libro por diez años y no lo encontré, entonces decidí escribirlo", afirma Sánchez, quien con una humilde edición y sin apoyo de ningún editorial de renombre, decidió darle a luz a un trabajo que espera sea el principio de nuevas investigaciones acerca de la materia.

"Sobre humor y chistes hay mucho material, inclusive bueno. Sobre todo en Internet. Pero sobre el proceso de crear lo que yo en mi libro llamo momentos humorísticos, no vas a encontrar mucho", dice el autor.

El Librucho, como cariñosamente Sánchez llama a su libro, será presentado en diferentes ciudades en Colombia y en Cuba durante los próximos meses..

Joel Sánchez nació en Yaguajay y estudió Agronomía en La Habana. También es crítico de cine y según lo evidencia en su libro, es humorista de tiempo completo. Desde 1998 llegó a Colombia y se instauró en Medellín donde se casó. A sus hijas Andrea y Ana Camila les dedica El Librucho.

Dividido en tres partes, el trabajo de Joel explica, para humoristas y no humoristas, los mecanismos, los géneros y las formas de la comedia; da prácticos consejos a los directores sobre el montaje de las comedias y termina con una serie de artículos sobre su visión del humor.

El Librucho, además, es un recorrido por los referentes más importantes de la formación del autor. Además de Moliere, Charles Chaplin y Macedonio Fernández, también aparecen figuras del humor ibérico como Jardiel Poncela, Tricicle y Gila.

En muchos casos, sin embargo, la lectura se hace difícil debido al caprichoso uso de la puntuación y el uso de mayusculas que Sánchez utiliza. En otros casos, hay formaciones de palabras, que si bien pueden ser usos humorísticos o piezas de humor en si mismas, le restan claridad al punto central de la explicación que el autor minuciosamente hace de las que él considera partes de la comedia.

En un par de ocasiones, Sánchez hace salvedad de esos errores y promete corregirlos para próximas ediciones o versiones, que dice estar preparando.

viernes, febrero 11, 2011

Los 3300 golpes

*Presentado en el curso Literatura y Periodismo

Soy bastante enamoradizo. Y bastante perdedor. No ha pasado un lugar ni una mujer bonita que no me hayan trasnochado. Tengo un rosario que tiene por ahora unos 3281 golpes o historias fallidas y que el próximo lunes, cuando de nuevo pise Bogotá, completará los 3300.

Ya me lo había dicho mi abuelo, en su testamento más valioso y que según me contó había recibido de quien fue su abuelo, o sea mi tatarabuelo. "Cuando uno es feito, lo ideal siempre es ser muy buena gente". Me encantaba cuando lo decía, casi siempre al presentarle alguna de mis amigas. Y decía feito con un cariño que terminaba haciendo las veces de cupido.

Como a mi abuelo no lo traje a este curso, no me ayudará con Diajanida, ni con Laila. Ni con Laura ni Stephany. Ni Haydeé. No hará el milagro con Carolina. Tampoco nunca está cuando caminando por el campus de la Universidad dejo que mis ojos hagan su propio camino detrás de las hermosas mujeres que me cruzo antes de llegar al aula de las clases. Como él mismo dice: me llevó el putas y me dejó caer.

Esa constante ausencia ha hecho que me tenga que quedar con las palabras en la boca y me regrese a casa, que de tan grande es más sola, con un nudo en la garganta mientras recuerdo a las venezolanas, brasileñas, chilenas y argentinas que cada tanto me topo. O hasta bogotanas.

Igual me pasa con los lugares. Aunque en estos casos nadie nos puede quitar lo comido ni lo bailado. Recuerdo mis viajes por el río Atrato, en el Chocó colombiano, como si se tratara del Támesis o el Ganges. Recuerdo el municipio caqueteño de Belén de los Andaquíes como los que han visitado Francia rememoran París. Chesnut Hill en Massachussets, para mí, es la capital de Estados Unidos.

Pero lo peor de todo es cuando tengo la combinación de ambas. A Mariluz en el pueblo de Carolina del Príncipe la puedo traer a la memoria con solo cerrar los ojos. ¡Y eso que han pasado quince años! Puedo recordar que deseé con el alma besar a Sarah en Nueva York. Casi nunca pienso que ahora ella vive en Suiza, tiene un hijo y está casada; para mí seguirá siendo esa nena tan hermosa de ojos verdes y gran trasero. O culo como dice mi 'apá. Ni que hablar de la alemana Alex apellidoimpronunciable a quien mi abuelo siempre llamaba señorita de Torres y que conocí en la selva del Amazonas. Casi pasé una noche con ella.

Yo no creo que mi abuelo, taita de mi taita, se sienta muy orgulloso de mis logros amorosos, que no son muchos, y mi tatarabuelo se debe revolcar en su tumba por lo mismo. A ninguno de los dos les puedo explicar porque nunca una periodista ha ocupado ese inventario.

Siempre es igual. Siempre enamorado y siempre volviendo a la casa de tres pisos y dos perros que son mi única compañía. Sumando en cada viaje unos golpes más. El lunes serán Ciudad de México y el recuerdo de unos labios color chocolate que siempre hallé imposibles. Sumarán 3300.

La última hora de un hombre viejo que quería morir de viejo

* Reescritura del cuento Diles que no me maten, de Juan Rulfo, presentada en el taller Literatura y Periodismo

En la madrugada de hoy, Juvencio Nava, campesino, fue fusilado por el regimiento al mando del coronel Terreros que lo encontró culpable de los delitos de homicidio, sevicia y vejez. Sus últimas horas fueron un tormento, un recordar los hechos que lo llevaron al horcón donde varios tiros de gracia acabaron con su vida.

"Se lo llevaron en la tarde. El Juvencio estaba en la huerta cuando los señores soldados llegaron y lo agarraron. Se lo llevaron por ahí mismitico por el camino", cuenta Ignacia, la nuera de Juvencio y madre de ocho niños.

Dice no haber visto nada más y que le anunció a su esposo lo que había pasado. "El Justino salió apuradisimo para allá, mi señor".

Uno de los guardias relató que tan pronto encontraron a Justino, le anunciaron de su arresto. "No le pedimos guardar silencio, pero yo no recuerdo que haya dicho algo. El sargento nos pidió que lo amarraramos, pero ni que fuimos capaces de pura lástima. Si lo hubieras visto, te darías cuenta que no era capaz de volarse de lo viejo que estaba".

Y aunque Juvencio solo tenía sesenta años los pesares de una vida en fuga le pasaron el cobro de una apariencia mayor a los ochenta. Cuenta Justino que su padre gastó toda su vida tratando de morir de viejo, de muerte natural.

La historia de este hombre, desterrado a un rancho llamado por los vecinos como Palo de Venado, comenzó hace más de 35 años cuando después de una discusión con Guadalupe Terreros, y ofendido por que su compadre le mató un novillo, Juvencio acabo con la vida de su enemigo ocasional.

"Fíjate que lo mató a machetazos y luego le clavó una pica de buey", afirmó el coronel Terreros en una entrevista telefónica, quien en los últimos días no ha dejado ver su cara ni de sus propios hombres. Fuentes allegadas y que pidieron no ser identificadas le informaron a este medio que Guadalupe Terreros sería el padre del coronel Terreros.

Juvencio creyó que esa deuda ya estaba saldada después de perder su casa, su mujer y todo lo que hasta ese momento tenía. Acompañado de su hijo, su nuera y sus nietos vivió durante todos estos años con la zozobra del momento en que tuviese que enfrentar la ley.

Y ese momento llegó en la madrugada de hoy cuando se paró frente a la puerta del despacho del coronel Terreros para pedir misericordia. Sus palabras fueron desoidas y Juvencio fue amarrado en el horcón donde pudo verse por última vez con su hijo Justino.

"Hasta el último momento quiso vivir. Me rogó que fuera y hablara para que no lo mataran. De tanto me rogó que hasta le prometí que iría. Yo al final no quise ir, para no enfurecer más al señor coronel", dijo Justino, mientras disponia del cadáver de su padre al anca de un borrico.

La única deferencia que tuvo el coronel Terreros con Juvencio fue suministrarle ron para que los balazos no le dolieran.

"Por lo menos murió de forma natural", dijo Justino mientras partía en el borrico en dirección a la sierra. "Natural es morirse después de esa plomacera tan brava".

Al cruce de la línea fronteriza

*Presentado en el taller Literatura y Periodismo.

La cifra de los muertos diarios es alta. Demasiado. Pero no solo eso, la sevicia de esos crímenes. Tienes que estar mal de la cabeza para hacer algo así. Fíjate no más, aquellos que ahorcan en los puentes, es horrible. O los descuartizados. Lucía Irabién, periodista mexicana, resume con la palabra pánico los sentimientos que la agobian por la situación de violencia en su país.

Su mayor temor fue que alguna mañana se hubiese encontrado, en su camino al trabajo, alguno de los mensajes en sangre caliente que los grupos de narcotraficantes dejaban en sus víctimas.

Más por curiosidad que por profesión o servicio de notariado, en la agencia EFE un día decidimos contar, al igual que muchos medios mexicanos, la cantidad de asesinatos diarios que ocurren en este país. Las cifras son exageradas. Con el número de víctimas de un día, puedes llenar un autobús; con los de un mes, un barrio; con los de un año, un estadio. Posiblemente, varios.

Y las noticias se vuelven tan repetitivas que parecen un recuento del día anterior: jóvenes asesinados cuando acudían a una fiesta, tiroteos de sicarios contra el Ejército, contra la Armada, contra la Policía. Y contra otros sicarios y contra otros policías. Y las fronteras cada vez más difusas.

Ya no sabes a quien temerle más, tampoco sabes quiénes son los malos y los buenos, dice Lucía. Según ella, hubo un tiempo en que te bastaba no hacer parte de ningún bando para tener salvocoducto en el conflicto. Ahora no, como lo dice la asistente de un alcalde citada en uno de los artículos: "Se metió en un lugar equivocado a la hora equivocada".

Y mientras las autoridades tratan de salvar su imagen magnificando los golpes que le propinan al crimen organizado, o restándole importancia a las víctimas, el pueblo sigue poniendo los muertos. Y los índices de impunidad son el resultado de un examen no aprobado: más del 95 por ciento de estos crímenes queda sin resolver.

Lucía, al igual que muchos mexicanos se preguntan, ¿y ahora que se nos viene? Para la respuesta, hay miles de conjeturas. Basado en el conflicto colombiano, Luis Amaya, uno de los encargados de llevar las exorbitantes cifras de muertes reportadas por la Agencia EFE, señala que muy pronto, sino ya, empezarán a surgir con fuerza los grupos paramilitares, o también llamados "escuadrones de la muerte". Un remedio que a la larga es más malo que la enfermedad.

En Colombia aparecieron tímidamente antes de los 80, pero se hicieron fuertes alrededor de la familia Castaño y en muy poco tiempo cruzaron la línea fronteriza que los mostraba como un grupo de Robin Hoods campesinos para convertirse en un bando más. Tampoco tardaron en ponerse al día con la cuota de sangre que la guerrilla y las bandas criminales habían logrado con dos décadas más de historia.

Y la muestra del fenómeno en México se empieza a vislumbrar en casos como el del alcalde de San Pedro, Mauricio Fernández, o el apodado "alcalde rudo", que ha decidido llevar la lucha contra el crimen bajo sus propios criterios. El tema, incluso, llevo a que el Legislativo pidiera explicaciones, en octubre pasado, al Gobierno de Felipe Calderón, tras la sospecha que se ha creado en el país de la existencia de estos grupos.

Y si bien al principio pueden aparecer como la solución, al menos así fueron percibidos en Colombia, después ellos también tendrán sus rutas del narcotráfico, sus intereses en el negocio y sus línderos territoriales que defender.

jueves, febrero 10, 2011

De la vida a un solo ojo



Usted tan linda se merece una rosa. Cómprale una rosa a la chava y te la conquistas. Entre las rosas, tú, la más hermosa. Daniel se acerca a los clientes, sus posibles víctimas como las llama, con un cubo lleno lleno de flores rojas, rosadas y blancas, y un puñado de piropos. Su vida se la gana caminando entre los turistas y residentes que en las noches se refugian entre el eje peatonal que comunica el zócalo con el palacio de Bellas Artes en Ciudad de México.

En nombre de las rosas, Daniel conjura todos sus males y sus enemigos. Y aunque no nació en "cuna de oro", de niño soñó con ser un hombre estudiado. O dice que cree haber soñado eso, ya que lo que le pasó antes de los 18 años es un pozo oscuro del que muy poco sabe. Del que muy poco recuerda.

Aunque su vida pasa entre delicados pétalos, las acuciosas espinas que lo acosan le exigen no bajar la guardia. No olvidar, encomendarse a diosito y pedirle que le ayude a reconocer el callejón prohibido, el chavo intocable, el paso mal dado.

Hace ocho años un amigo me dijo que era mejor vender rosas, dan más: dan más problemas y más plata, dice. Dejó los chiclets al igual como antes había dejado de limpiar parabrisas, de embolar zapatos, o de ejercer la noble labor de garrotero en un bar. Garrotero es el que hace todo lo que el dueño del bar no hace, como mover las cajas, cobrarle al cliente cabrón o sacar los borrachos que ya pagaron. O sacarle los pesos al que no ha querido pagar.

Una de las espinas de las que se tiene que librar Daniel se llama Marcelo Ebrard, alcalde de Ciudad de México, y sus políticas de restricción a los vendedores ambulantes. Cuando los cuicos (policías) se ponen pesados es mejor irse, uno siempre pierde. Muchas veces toca dejar las rosas y solo irse. Y con los clientes también, si arman bronca pos no más que irse. El cliente siempre gana.

Daniel es una persona de aspecto frágil. Luce unas gafas que le permiten ver a través de su ojo derecho como si fuera a través de una manta blanca. También tiene una colección interconectada de cicatrices que parece un mapa de un sistema metro con varias líneas. En su cuello, una marca redonda grita que alguna vez estuvo allí una sonda.

Ese día yo tenía unos zapatos Pony, bien chidos. Era un chaval de 18, fíjate. Venía de trabajar y se armó el pedo. Un cabrón que acababa de salir de la cárcel me quiso chingar y cuando se agachó para tomarlos le regalé un rodillazo. No sabía que atrás estaba su garrotero que me regaló un golpe con un bate y seis meses de coma. Dos años de recuperación y una vida de pobre buey. Tú no sabes cuate lo difícil que es la vida a un solo ojo.

Daniel habla despacio mientras come una torta de queso con carne. Se nota su esfuerzo por hacerse entendible y por pronunciar bien cada una de sus palabras. Dice que no se gana más de 200 ó 300 pesos por día con las casi seis horas de caminar, pero que es suficiente para ayudar a su madre, y a las dos hermanas. Fijate no más, una de ellas perdió toda su lana pagando la clínica para que yo me salvara. Soy un milagro.

Algún día yo quiero tener muchos pesos y recordar que vendí flores. Así como tú cuando dijiste que vendiste allá en tu país y mira, ahora me estás entrevistando. A mi nunca me habían entrevistado. Algún día yo quisiera poder olvidar que por poco y me mataron por un par de zapatillas, dijo y apuró el último bocado para seguir a la caza de enamorados que le brinden rosas a sus "mujeres bonitas".