viernes, febrero 11, 2011

Los 3300 golpes

*Presentado en el curso Literatura y Periodismo

Soy bastante enamoradizo. Y bastante perdedor. No ha pasado un lugar ni una mujer bonita que no me hayan trasnochado. Tengo un rosario que tiene por ahora unos 3281 golpes o historias fallidas y que el próximo lunes, cuando de nuevo pise Bogotá, completará los 3300.

Ya me lo había dicho mi abuelo, en su testamento más valioso y que según me contó había recibido de quien fue su abuelo, o sea mi tatarabuelo. "Cuando uno es feito, lo ideal siempre es ser muy buena gente". Me encantaba cuando lo decía, casi siempre al presentarle alguna de mis amigas. Y decía feito con un cariño que terminaba haciendo las veces de cupido.

Como a mi abuelo no lo traje a este curso, no me ayudará con Diajanida, ni con Laila. Ni con Laura ni Stephany. Ni Haydeé. No hará el milagro con Carolina. Tampoco nunca está cuando caminando por el campus de la Universidad dejo que mis ojos hagan su propio camino detrás de las hermosas mujeres que me cruzo antes de llegar al aula de las clases. Como él mismo dice: me llevó el putas y me dejó caer.

Esa constante ausencia ha hecho que me tenga que quedar con las palabras en la boca y me regrese a casa, que de tan grande es más sola, con un nudo en la garganta mientras recuerdo a las venezolanas, brasileñas, chilenas y argentinas que cada tanto me topo. O hasta bogotanas.

Igual me pasa con los lugares. Aunque en estos casos nadie nos puede quitar lo comido ni lo bailado. Recuerdo mis viajes por el río Atrato, en el Chocó colombiano, como si se tratara del Támesis o el Ganges. Recuerdo el municipio caqueteño de Belén de los Andaquíes como los que han visitado Francia rememoran París. Chesnut Hill en Massachussets, para mí, es la capital de Estados Unidos.

Pero lo peor de todo es cuando tengo la combinación de ambas. A Mariluz en el pueblo de Carolina del Príncipe la puedo traer a la memoria con solo cerrar los ojos. ¡Y eso que han pasado quince años! Puedo recordar que deseé con el alma besar a Sarah en Nueva York. Casi nunca pienso que ahora ella vive en Suiza, tiene un hijo y está casada; para mí seguirá siendo esa nena tan hermosa de ojos verdes y gran trasero. O culo como dice mi 'apá. Ni que hablar de la alemana Alex apellidoimpronunciable a quien mi abuelo siempre llamaba señorita de Torres y que conocí en la selva del Amazonas. Casi pasé una noche con ella.

Yo no creo que mi abuelo, taita de mi taita, se sienta muy orgulloso de mis logros amorosos, que no son muchos, y mi tatarabuelo se debe revolcar en su tumba por lo mismo. A ninguno de los dos les puedo explicar porque nunca una periodista ha ocupado ese inventario.

Siempre es igual. Siempre enamorado y siempre volviendo a la casa de tres pisos y dos perros que son mi única compañía. Sumando en cada viaje unos golpes más. El lunes serán Ciudad de México y el recuerdo de unos labios color chocolate que siempre hallé imposibles. Sumarán 3300.

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