viernes, febrero 11, 2011

Al cruce de la línea fronteriza

*Presentado en el taller Literatura y Periodismo.

La cifra de los muertos diarios es alta. Demasiado. Pero no solo eso, la sevicia de esos crímenes. Tienes que estar mal de la cabeza para hacer algo así. Fíjate no más, aquellos que ahorcan en los puentes, es horrible. O los descuartizados. Lucía Irabién, periodista mexicana, resume con la palabra pánico los sentimientos que la agobian por la situación de violencia en su país.

Su mayor temor fue que alguna mañana se hubiese encontrado, en su camino al trabajo, alguno de los mensajes en sangre caliente que los grupos de narcotraficantes dejaban en sus víctimas.

Más por curiosidad que por profesión o servicio de notariado, en la agencia EFE un día decidimos contar, al igual que muchos medios mexicanos, la cantidad de asesinatos diarios que ocurren en este país. Las cifras son exageradas. Con el número de víctimas de un día, puedes llenar un autobús; con los de un mes, un barrio; con los de un año, un estadio. Posiblemente, varios.

Y las noticias se vuelven tan repetitivas que parecen un recuento del día anterior: jóvenes asesinados cuando acudían a una fiesta, tiroteos de sicarios contra el Ejército, contra la Armada, contra la Policía. Y contra otros sicarios y contra otros policías. Y las fronteras cada vez más difusas.

Ya no sabes a quien temerle más, tampoco sabes quiénes son los malos y los buenos, dice Lucía. Según ella, hubo un tiempo en que te bastaba no hacer parte de ningún bando para tener salvocoducto en el conflicto. Ahora no, como lo dice la asistente de un alcalde citada en uno de los artículos: "Se metió en un lugar equivocado a la hora equivocada".

Y mientras las autoridades tratan de salvar su imagen magnificando los golpes que le propinan al crimen organizado, o restándole importancia a las víctimas, el pueblo sigue poniendo los muertos. Y los índices de impunidad son el resultado de un examen no aprobado: más del 95 por ciento de estos crímenes queda sin resolver.

Lucía, al igual que muchos mexicanos se preguntan, ¿y ahora que se nos viene? Para la respuesta, hay miles de conjeturas. Basado en el conflicto colombiano, Luis Amaya, uno de los encargados de llevar las exorbitantes cifras de muertes reportadas por la Agencia EFE, señala que muy pronto, sino ya, empezarán a surgir con fuerza los grupos paramilitares, o también llamados "escuadrones de la muerte". Un remedio que a la larga es más malo que la enfermedad.

En Colombia aparecieron tímidamente antes de los 80, pero se hicieron fuertes alrededor de la familia Castaño y en muy poco tiempo cruzaron la línea fronteriza que los mostraba como un grupo de Robin Hoods campesinos para convertirse en un bando más. Tampoco tardaron en ponerse al día con la cuota de sangre que la guerrilla y las bandas criminales habían logrado con dos décadas más de historia.

Y la muestra del fenómeno en México se empieza a vislumbrar en casos como el del alcalde de San Pedro, Mauricio Fernández, o el apodado "alcalde rudo", que ha decidido llevar la lucha contra el crimen bajo sus propios criterios. El tema, incluso, llevo a que el Legislativo pidiera explicaciones, en octubre pasado, al Gobierno de Felipe Calderón, tras la sospecha que se ha creado en el país de la existencia de estos grupos.

Y si bien al principio pueden aparecer como la solución, al menos así fueron percibidos en Colombia, después ellos también tendrán sus rutas del narcotráfico, sus intereses en el negocio y sus línderos territoriales que defender.

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