viernes, febrero 11, 2011

La última hora de un hombre viejo que quería morir de viejo

* Reescritura del cuento Diles que no me maten, de Juan Rulfo, presentada en el taller Literatura y Periodismo

En la madrugada de hoy, Juvencio Nava, campesino, fue fusilado por el regimiento al mando del coronel Terreros que lo encontró culpable de los delitos de homicidio, sevicia y vejez. Sus últimas horas fueron un tormento, un recordar los hechos que lo llevaron al horcón donde varios tiros de gracia acabaron con su vida.

"Se lo llevaron en la tarde. El Juvencio estaba en la huerta cuando los señores soldados llegaron y lo agarraron. Se lo llevaron por ahí mismitico por el camino", cuenta Ignacia, la nuera de Juvencio y madre de ocho niños.

Dice no haber visto nada más y que le anunció a su esposo lo que había pasado. "El Justino salió apuradisimo para allá, mi señor".

Uno de los guardias relató que tan pronto encontraron a Justino, le anunciaron de su arresto. "No le pedimos guardar silencio, pero yo no recuerdo que haya dicho algo. El sargento nos pidió que lo amarraramos, pero ni que fuimos capaces de pura lástima. Si lo hubieras visto, te darías cuenta que no era capaz de volarse de lo viejo que estaba".

Y aunque Juvencio solo tenía sesenta años los pesares de una vida en fuga le pasaron el cobro de una apariencia mayor a los ochenta. Cuenta Justino que su padre gastó toda su vida tratando de morir de viejo, de muerte natural.

La historia de este hombre, desterrado a un rancho llamado por los vecinos como Palo de Venado, comenzó hace más de 35 años cuando después de una discusión con Guadalupe Terreros, y ofendido por que su compadre le mató un novillo, Juvencio acabo con la vida de su enemigo ocasional.

"Fíjate que lo mató a machetazos y luego le clavó una pica de buey", afirmó el coronel Terreros en una entrevista telefónica, quien en los últimos días no ha dejado ver su cara ni de sus propios hombres. Fuentes allegadas y que pidieron no ser identificadas le informaron a este medio que Guadalupe Terreros sería el padre del coronel Terreros.

Juvencio creyó que esa deuda ya estaba saldada después de perder su casa, su mujer y todo lo que hasta ese momento tenía. Acompañado de su hijo, su nuera y sus nietos vivió durante todos estos años con la zozobra del momento en que tuviese que enfrentar la ley.

Y ese momento llegó en la madrugada de hoy cuando se paró frente a la puerta del despacho del coronel Terreros para pedir misericordia. Sus palabras fueron desoidas y Juvencio fue amarrado en el horcón donde pudo verse por última vez con su hijo Justino.

"Hasta el último momento quiso vivir. Me rogó que fuera y hablara para que no lo mataran. De tanto me rogó que hasta le prometí que iría. Yo al final no quise ir, para no enfurecer más al señor coronel", dijo Justino, mientras disponia del cadáver de su padre al anca de un borrico.

La única deferencia que tuvo el coronel Terreros con Juvencio fue suministrarle ron para que los balazos no le dolieran.

"Por lo menos murió de forma natural", dijo Justino mientras partía en el borrico en dirección a la sierra. "Natural es morirse después de esa plomacera tan brava".

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