viernes, noviembre 03, 2006

John Lennon, un hombre de paz

Andrés Torrres
A John le habrían gustado sus 66 años. ¡Mucho! Y es que pasaron varias cosas alrededor de su nombre por los días del 9 de octubre que ya se fue: Su homicida pidió por cuarta vez la libertad condicional. ¡Negada! Yoko Ono, por enésima vez demanda a la disquera Capital Records por las regalías de las producciones de su esposo. Un nuevo documental que cuenta su batalla legal por no ser deportado: The U.S. vs. John Lennon. El encuentro de sus dos hijos en Londres y la aparente amistad que surgió entre ellos. Y el último libro de Cynthia, su primera esposa, que, según reportes de prensa, testifica que John Lennon era aparte de agresivo, un celoso enfermizo, un mal padre con Julian, pero sobre todo “que enfocaba la paz desde un punto de vista comercial”.

A los recortes de prensa les faltó decir que además era egocéntrico, boquiflojo y fanfarrón. A Cynthia Lennon, no se le olvido decirlo. En este segundo libro, en 1980 ya había salido A Twisted Lennon, Cynthia completa su labor de descrédito que pasa resbaladiza por la figura del mítico artista miope que sentó su mirada singular sobre una época donde la resistencia se hizo en bed-peace (cama de paz) y esgrimiendo arreglos musicales contra la guerra. Como aquella que se desarrollaba en Vietnam.

Y la historia de John Lennon se presta para ser comercializada: abandonado por su padre a los cinco años, autoguitarrista dedicado a las tardes de su niñez en el puerto de Liverpool donde atracaban los barcos con la música de otros mundos, testigo de la muerte de su madre atropellada por el automóvil de un policia, su vida... Su historia tiene los ingredientes para cocinar una filosofía de paz que se vende. Pero, de ser así, John no sería el genio que la historia proclama y que el mismo alaba en sus incontenibles frases: “Soy un artista revolucionario; un gran artista y no un relacionista público ni el producto de la imaginación de otra persona”.

Y de ser así John no sería tan buen comerciante como compositor. Se hubiera valido del boom de The Beatles, hubiera dejado que Paul McCartney se marchara en abril de 1970 y en su reemplazo pondría un segundón con la edad de George Harrison y el sex-appel de Ringo Starr. Al final de sus canciones, todas acordes a lo que el establecimiento quería oír, estaría su firma sin la de McCartney y obtendría regalías superiores a las alcanzadas en los ocho años de la agrupación. O como solista hubiera titulado uno de sus álbumes Plastic Nixon Band y en su interior aparecería una apología norteamericana pro guerrerista mientras en la portada cambiaría su desnudo por la foto recibiendo la Orden del Imperio Británico de manos de la mismísima Reina Isabel de Inglaterra.

De esa manera habría ganado mucha más plata y se hubiera ahorrado la persecución que sufrió por parte del gobierno de Estados Unidos y de su presidente Richard Nixon. Pero no sería el hombre grande que la conciencia colectiva, matizada con su esmalte de miticismo y leyenda, reconoce el día de hoy. 26 años después de su asesinato aún es noticia y todavía deja mucho de que hablar.

Su luna de miel con Yoko Ono se convirtió en su experimento bandera, la llamada bed-peace o bed-in, desde donde se proclamó una corriente de pensamiento, aún por madurar aunque gestada por diferentes movimientos de la década del 60: ¡Hagamos el amor y no la guerra! La pareja permaneció siete días en una cama del hotel Hilton, bastante diferente a lo que hoy se llama mesa de paz, y desde allí expresaron su consigna pacifista: ¡Los dos somos artistas! La paz es nuestro arte. Creemos que gracias a todo lo que fui como Beatle y a todo lo que somos ahora, tenemos la oportunidad de influir en otra gente joven. Y ellos serán los que mañana manejen el mundo”.

El experimento se repitió en Canadá en la habitación 1742 del Hotel Reine Elizabeth (¡coincidencia!) donde la pareja hizo llevar un magnetófono y de donde John, como el mago que era, sacó Give a Peace Chance (Denle una oportunidad a la paz), la segunda canción más recordada en su repertorio como solista después de Imagine. Se programó un tercer bed-in pero un aborto de Yoko impidió que se realizara.

Su propio nombre, otro de sus actos pacifistas, sufrió el carácter de la filosofía caldeada en algunas experiencias orientales y en su conciencia de no violencia: El John Winston Lennon, inspirado en el primer ministro británico de la II guerra mundial fue reemplazado por John Ono Lennon. De la guerra la pareja no quería tener ninguna referencia. De la guerra que le descerrajó cinco tiros en la puerta del edificio Dakota, donde vivía, por manos de Mark David Chapman. Un fanático de sus canciones que deberá esperar otros dos años para volver a pedir la libertad condicional que recientemente le fue negada.

A John Lennon le habrían gustado sus 66 años. Porque pasaron muchas cosas alrededor de su nombre, buenas o malas, y a él le gustaba que pasaran cosas. Tanto que prefirió una vida de persecución y trabajo en Nueva York, su capital del mundo, a una holgada residencia en Inglaterra donde, según sus propias palabras, no pasaba nada. Le habría gustado ser el símbolo pacifista que ahora es y que logró gracias a sus actividades en pro de la paz. Porque fue un hombre que se batió contra todos los amigos de la guerra, armado solo con una guitarra y una flor. Un hombre de paz que demostró serlo en cada uno de sus actos, hasta en los más excentricos, y que lo llevó al ojo del huracán provocado por sus enemigos. A John le habría gustado volver a Liverpool y aterrizar en el aeropuerto que lleva su nombre. Le habría gustado resistir la misma guerra, con el mismo opresor y diferente destinatario.

Fuentes:
 John Lennon, imagina que esto fue real. Jordi Sierra I Fabra. Editorial Panamericana, 2005.
 John Lennon mi hermano. Julia Baird y Geofrey Guliano. Ediciones temas de hoy, 1988
 El mundo según John Lennon. Selección de Gustavo Gómez Córdoba. Ícono editorial, 2006.
 www.elcorreodigital.com

No hay comentarios.: