domingo, noviembre 21, 2010

El incrédulo

A veces quiere creer. Lo ha intentado miles de veces, todas en vano. Ha recurrido a toda clase de pastores, de lecturas, de guías espirituales. Ha recordado cuando estudiaba en el colegio católico. ¡Nada!

Su mente, capaz de diseñar mundos perfectos, de soñar paraísos, es imposible de toda fé.

Cuentan quienes lo han visto, que algunas veces irrumpe en una iglesia y observa a la multitud. Tiene la actitud de escuchar atentamente pero no musita una palabra. Dicen que también visita a los evangélicos. Levanta las manos y cierra los ojos. Algunas veces, incluso, recita fervorosas oraciones.

Todo esfuerzo es inútil. Por eso, cada tarde se sienta en su trono a crear sus propios mundos.

¡Aceptado!

13 de noviembre de 2010.

La perspectiva de llegar a ser escritor se ha abierto para mí desde hace un par de días. Después de un largo proceso fui aceptado para la maestría Escrituras Creativas de la Universidad Nacional. Y aunque la noticia llegó en medio de la incertidumbre y el miedo, estoy seguro que no es indecisión ni temor de fracasar cuando trate de vender la copia de alguno de mis trabajos.

¡Siempre le he temido a caminar sin dejar huella! ¿Tengo el talento suficiente para construir historias que ameriten no ser enviadas al cesto de la basura?

El camino de este sueño que quiere convertirse en realidad comenzó, sin embargo, por una casualidad. Estaba buscando la forma de estudiar ciencias políticas cuando un tropezón me encaminó por esta ruta. Pero, ¿no fue acaso la misma situación que me dirigió a estudiar periodismo en la Universidad de Antioquia?

Es hora de poner la casa en orden. Primero debo esmerarme en terminar los cursos virtuales en los que estoy matriculado. Tengo que incrementar mis horas de lectura y volverme más asiduo de la pluma. Claro está, no con el fin de repetir entradas en el blog, sino con el objetivo de realizar escritos más elaborados.

Debo escuchar más y ser más paciente. Debo detenerme más a observar y dejarme llevar por mis obsesiones. Debo amar y odiar con más ahínco, no creo que una alma fría pueda hilar buenas historias. Debo ser metódico y ejercitar mi memoria como en las épocas de ajedrecista. Debo escribir, escribir y escribir más allá del cansancio de mi mano.