lunes, septiembre 17, 2012

Adiós

Creo que debía esta entrada, esta foto. Sabía, siempre supe, que iba a llegar el día en que tendría que escribirla. Al contrario a tu llegada, esta vez tengo muy pocas cosas que decir. Que nunca me amaste, es una de ellas.

Soy poco amigo de los adioses, de las conversaciones definitivas donde se cierran balances y al final cada uno agarra por su lado. En mi caso, la última conversación no es necesaria, por lo menos no entre dos. Tal vez debí escribir estas palabras mucho antes, acaso unos días después de que empezáramos nuestra relación y justo el día en que descubrimos las insalvables diferencias entre nosotros.

No tuve el valor suficiente ni cuando supe que estaba repitiendo los mismos errores de siempre, cuando me enteré de que era una persona gregaria en tu vida. Mi balance no es el más favorable tras estos años juntos. Pero sobre todo, tampoco es necesario. Que la vida te guarde y te dé todo lo que esperas.

lunes, abril 30, 2012

Teléfono Roto

—Con que somos nosotros, eh.
—Sí, qué tal!
—Me han hablado tanto de vos que tenía miedo de venir.
—Elizabeth?
—Es que no sabía si me caías bien o mal; o si me deberías caer mal o no.
—Que curioso que nunca nos hubiésemos encontrado con lo cerrado que es el gremio.
—Bueno, se llegó el día.
—Y porque ibas a odiarme, no te hice nada.
—Pero es que si a vos te embiste un toro le coges miedo hasta a los becerros de felpa.
—Va por el lado de Elizabeth.
—Bueno, más o menos, pero no es Elizabeth.
—La amiga de Elizabeth.
—Fue mi novia. Pero no cualquier novia. La Novia, en mayúsculas.
—Pero yo no la conozco.
—Entonces porque sabías que era por ella.
—Elizabeth me ha contado.
—Y qué más te contó.
—No mucho.
—Ella es la hermana del exesposo de Elizabeth.
—De Faber.
—El mismo.
—Aja
—Yo no te puedo decir si odio a Elizabeth. De hecho no sé si hizo algo en mi contra. Te aseguro que a ella no le gustaba mi relación con Natalia, es todo lo que tengo claro. Y sé de algo más que hizo, pero por eso no la debo cargar contra ella. Fue el momento, pero te aseguro que el tiempo que ella no estuvo, yo viví lo mejor de mi vida con Natalia.
—La querías mucho...
—Mirá, yo he vivido 28 años hasta hoy, y te los cambio todos, todos por ese año con ella. No me quedo con ninguno.
(Silencio)
—Pero bueno, la vida sigue
—Yo la vi algún par de veces. Estaba embarazada.
—Sí, se llama Salomé.
(Silencio)
—Yo lo supe apenas hace unos días, cuando me dio por saberlo.
—Sí?
—Me sé desde los apellidos hasta el color de piel.
—Bueno, eres periodista.
—Sí, que vaina. Mejor, experiodista.

lunes, abril 16, 2012

Salomé

Natalia Ortega es madre. Mi Niña Bonita, siempre mi Niña Bonita, es madre. Su hija se llama, se llamó o se llamará Salomé Cardona Ortega. Yo lo supe porque desde hace un tiempo puedo encontrar lo que desee a través de la Internet. Y aún así me atreví a buscar, pese al peligro de saber. Dice Marguerite Yourcenar en Las memorias de Adriano, "Dichosos aquellos que no han abierto los ojos. Una vez abiertos ya no los pueden volver a cerrar". No importa cómo lo supe ni cómo llegue allá. Encontré cuatro fotos de ella, con su mirada de siempre, de niña con miedo que quería saber más. De esa misma copa bebí yo. Volví a ver las luces de su habitación que yo muchas veces apagué. Al enterarme entendí que debía despojarme de toda ella. Han pasado muchos años y yo todavía creía en un encuentro posterior, un par de tragos, algunas palabras y la puerta blanca cerrándose tras nuestra entrada.

Al salir de la oficina me sentía inválido, incompleto; que cada paso sería el último. Y el viaje en moto fue el más irregular, con una velocidad escalofriante mientras cruzaba los barrios para llegar a casa y apenas rodando por la autopista. Llegué a la casa y me di cuenta que no estaba preparado para una situación de emergencia como esta. ni un porro, el mezcal gastado innecesariamente en otra ocasión; no había un mísero cigarrillo para enfrentar el golpe de estado. Encontré tras mucho buscar una vieja botella de vino y le clavé el sacacorchos a la tapa de metal; por el pequeño orificio la desocupé acaso de tres sorbos y me tendí en la azotea a la una de la mañana abrazado a la chaqueta azul oscuro que ella me regaló en un cumpleaños. Y me imaginé su sonrisa otra vez conmigo, su mirada perdida, su olor a frescura; sus manos de Ser y tener, sus labios húmedos; me acordé de los dos desnudos, de los dos en el cine, en la finca. Me acordé de su tatuaje, sus tristezas que me llenaban de amor; sus palabras casi de reproche. Y me quedé desnudo en la azotea, a la una de la mañana, porque ya no tendría cómo cubrir mi realidad al amparo de sus recuerdos. De verdad, ya no había esperanzas. Y yo era un palo seco que no podía llorar. Ni siquiera emborracharme porque al otro día me esperaba el laburo. Hasta hoy todo valía la pena si alguna vez nos volvíamos a encontrar en un bar, nos tomábamos un par de tragos y la puerta blanca se cerraba tras nuestra entrada triunfal.



viernes, enero 27, 2012

No many comments...



Found at the cases with books brought from Medellin...


jueves, enero 19, 2012

La carta del ratón Miguel

Me alegró recibir la carta que alguna vez me enviaste al nombre del ratón Miguel a cambio de mis dos muelotas. Me alegró tu caligrafía a lápiz que el tiempo ha borrado parcialmente. Viajaste hasta mi, a través de un tiempo que ahora si se parece a una edad espacial. Llegó hasta mí entre los miles de libros que alguna vez dejé abandonados en la finca. Viajó en maleta, camioneta primera clase, para encontrarse conmigo en una noche sola de lágrimas fáciles. Y con la carta viajaron toneladas de recuerdos, sensaciones olvidadas. Tal vez nunca más nos volvamos a cruzar pero esta noche me has dado el feliz cumpleaños que alguna vez me negaste. Yo no sé para tí, pero en mi caso no pasará un día de mi vida sin que no te invoque.