lunes, marzo 21, 2011

De parte mía

A Víctor Amado

Hay una extraña fascinación cuando ubicas en la mirilla a tu víctima. Y aunque está tan lejos que él no es más que una silueta, yo me lo imagino porque ya lo conozco de tanto observarlo. Ese que está aquí es Fortunato, lo he estudiado por más de tres días y lo elegí como el próximo. Escuché que así lo llaman, pero ni tan Fortunato de venir a morirse a este monte. Es un sargento. Hay que apuntarle a los galones, dice Rigo. La otra vez lo hablamos y me contó que él prefiere a los tenientes. Yo, por mi parte, siempre elijo al que vea que da las órdenes.

¡Caramba! Hoy es lunes santo y no lo quiero matar. Me da flojera. No quiero apretar el gatillo; no hoy. Será el doce. Con mi Dragunov he matado un equipo de fútbol, ahora voy por los doce apóstoles. Solo si el Joaco no fuera así; si no fuera por Joaco, no lo mataba. Si es entre él y yo la selección, no me dolera verlo morir: como dice la canción. Bailar. Mejor bailar con la Elena en la ronda con toda la guerrillerada que aplaude; y ganarle a Joaco mi Elena. La guerra de Troya. ¡Sí, cómo no!

Y si Elena se viene conmigo y nos entregamos; y yo vuelvo a la U. No, que no nos entreguemos, mejor nos vamos a la Capital y listo. A mí nadie me conoce allá, y el Joaco solo me puede cazar en esta puta selva: en otro lado no tiene medios para alcanzarme. Le voy a decir a Elena, nada pierdo. ¡Fueputa, un calambre en mis pies! No mentiras, sí tengo mucho que perder: ahí sí me fusilan.

Dios, qué día tan largo. 11:33. Trece minutos enfocándote, ¿a qué horas vas a morir? Joaco me dijo que si se pasaban de La Comadreja te diera el ácido. Ha sido un gran placer, señor Sargento: muérase. Yo les di plazo hasta El Guayabo, si pasan de ahí les mato la cabeza del grupo, porque si no el fusilado soy yo. Fusilado. Yo. Qué marica tan de buenas salvarme del paredón. Al Joaco se le veían las ganas de pasarme al papayo. Rigo me dijo que la orden llegó desde arriba, que no me podían fusilar. Eso sí, el castigo fue bravo. Marta fue la secretaria de mi juicio y escribió que yo tenía idea imconbenientes para el paso de la revolución. Así escribió: idea imconbenientes. Casi me fusilan con mala ortografía, Marta la campesina comunista que no tuvo más camino que venir aquí. Y decidió sobre mi destino. Marta, siempre sonriente su mercé. Martenin. Martalin. Martarx. Martastro. Martuchenko.

La vida me la salvó este fierro, mi dragún hermosa. Único dueño. Ni el Rigo la pudo armar. Las instrucciones en ruso: y yo recién llegado de la ciudad para enrolarme. Pasé más de dos semanas en el trabajo de ponerla a funcionar. Tiene espacio de diez cartuchos en el cargador, pero yo solo tengo un tiro antes de que me descubran. Soy un atleta de sprint: más de dos tiros es un imposible. Elena gastó casi 800 balas el día que nos emboscaron en El Horcón. Ella si es de maratones y más fiera que cualquier hombre.

Señor Sargento, ¿tiene usted una hija? Si la ama, devuélvase hacia el sur, o tome al noroeste. ¿Es bonita? Tres pasos más el este y lo tendré que matar. Si no hubiese guerra, jugaríamos en el mismo equipo de fútbol; en el barrio. Podríamos ser amigos. Me invitarías a gaseosa. Y saber que no contamos. Yo muero, usted muere, él muere, ella llora, nosotros perdemos; la guerra sigue. ¿Elena lloraría si me matan, si fallo esta bala y los chulos me levantan? Mamá si me lloraría: yo le dije mijo que usted se llenó de ideas raras. Y si me matan y no le cuentan a mi mamá y ella se queda esperándome toda la vida... Como doña Sofia, que todo lo que se gana en la venta de empanadas se lo gasta en buscar a su hijo el Álvaro. Y saber que ese era más malo. A lo mejor lo mataron y el Diablo consiguió reemplazo. Y la mamá 18 años echándole pista para encontrarlo. Dieciocho años, ¡vida mísera!

Y la mamá del sargento va a llorar cuando le ponga esta 7.62 entre pecho y espalda a su hijo. Le apago la luz, se muere. Huy, eso lo vi en una película: un tipo soñaba que hombres y mujeres llevaban un farol entre las manos y al que se le apagaba la llama se moría. Yo sería de los hifueputas que van con un abanico apagando faroles. He matado a once, he llenado más de dos cubetas con sangre. Y nunca he salvado una vida. Y eso que iba a ser químico farmacéutico. Dos semestres. Ahora tirador empírico. Matón, peleador, guerrero de causas perdidas. Obsesionado por una Elena. Y por Joaco. Comandante Joaco, permiso para matarlo: bang, bang, bang, como en las historietas. No más minas, sino francotiradores entrenados. Y pongo a Caliche de comandante. A Elena la rescato. Y el sargento... que vaya a casa: todos a casa y que mi mamá sepa que estoy vivo.

Sargento, no se esconda tras las ramas; un dos tres por el sargento que no quiere que lo maten. Pose para la foto. Click. Este hifueputa se me escondió, es un tiro imposible. Pero está contra el paredón: yo te condeno a morir con esta bala por tus idea imconbenientes. Marica, se me empañó la mirilla, demasiado vaho. Sal de allí chivita, chivita. Sal de allí de ese lugar. Ese cabo Ángulo es un sabueso, por eso no se le despega al teniente ni al sargento. Si disparo y fallo, Ángulo sería capaz de encontrarme con los ojos cerrados; me cazaría en estas cañadas, me olfatearía en esta y en tres selvas más. ¿Qué hablan? ¿Y esas señas? Oh no, no, por favor no. El sargento señala hacia el oeste, vienen en mi dirección. Cómo que adivinaran el pensamiento. Hijo de puta. Grandísimo hijo de puta, ¿será que ya me sintió el olor? Ángulo fue el que le recomendó esta dirección. 350 metros... 300. Ya casi puedo leer sus apellidos con el visor del rifle. Segura. Sargento Fortunato Segura. Nombre de ganador. Debe ser costero. La avanzada ya viene en 270. Me van a encontrar estos malparidos. Lunes santo. Mal día para morir. Nunca es un buen día para morir. Sargento en 250 y caminando. 11:41. A la hora del Angelus doblarán las campanas, por él o por mí. Por él y por mí. Debería volver, rezar, olvidar, perdonar; mamá no llores, sigo vivo. Decidirme de una vez e irme. No más muertos, no más sangre. Se han detenido. Sargento a 220. Van a almorzar, no lo puedo creer. El de avanzada puede estar a 180 metros. Dos campos de fútbol nos separan, Sargento. Dos canchas entre la vida y la muerte. Mi vida en imágenes pasando en este segundo, soy yo quien se muere. Uno se muere a poquitos con cada muerto más que carga. Yo llevo once muertes.

Ahí sí. Tiro despejado, señor Sargento. Viento al noroeste, bueno, eso parece. Si fallo, me muero, si no fallo también. Rigo me dijo que siempre tenía que causar una herida de muerte, así el pelotón enemigo se ocuparía en salvar la vida del Elegido y no en cazar al Elegidor. Así dijo el viejo Rigo, que de no haber muerto yo no estaría solo en esta misión.

Morir, matar. No quiero morir, no quiero matar, es Semana Santa. 10 de abril. Dios me perdone. Concentrado, enfocado, materia. Disparo, lo mato; corro hacia el oeste para que me sigan. Los alejo del margen de nuestra Gran Operación: le cumplo a Joaco. Llego al árbol caido, camino por el tronco; huellas falsas en rama siete para dirigirlos hacia el campo minado; retrocedo de espaldas, pisando en los mismos lugares; tronco, llego a la copa del árbol, me enruto al norte; cubro las huellas. Estrategia de huida revisada.

Está perfecto el tiro. Ustedes me disculparán que les interrumpa el almuerzo, pero está muy temprano para esas cosas. 11:44. Ya viene el Angelus. Mis doce Apóstoles. El sonido retumbante de la Dragunov. El retroceso.

- Dile a Dios que vas de parte mía.

jueves, marzo 17, 2011

El incrédulo

* Reescritura para clase de Gramática I

Quiere hacerlo. Lo ha intentado miles de veces: ¡siempre en vano! Ha recurrido a pastores, lecturas, guías espirituales; sacramentos, ceremonias. Exorcismos. Ha recordado cuando estudiaba en el colegio católico. ¡Nada!

Su mente, capaz de diseñar mundos perfectos, de soñar paraísos, es imposible de toda fe.

Persiguió el Nirvana, recitó completo la Torá, vestido de blanco compartió el banquete Eid al-Fitr al final del Ramadán y comulgó el Jueves Santo de manos del obispo. En los solsticios ha danzado en la pirámide del sol y se ha bañado siete veces en el río Ganges. Durante un mes, guardó los cuatro Esbats celtas. Fue chamán y confuciano.

Todo esfuerzo es inútil. Por eso, cada tarde se sienta en su trono a crear sus propios mundos.