lunes, junio 15, 2009

El camino de San Diego

Hacía muchos años me había soñado ver esta película. Incluso hace dos años cuando dejé mi hermosa ciudad lloré alguna noche pensando que no estaría para la presentación que hubo en la casa Otraparte que incluyó un conversatorio con el director Diego Sorín.

Daniel me habló alguna veces y hasta me daba rabia porque fui yo quien lo llevo a ver las Historias comunes. Una noche de despecho, pocos días después de que la niña bonita me dejara, en la estación San Antonio del Metro, entre dos mendigos y un intenso sonar de buses que poco o casi nada dejaban escuchar. Pero no pudimos movernos de nuestros asientos pese al teatro sui generis en que nos encontrábamos. Después venía el camino de San Diego pero en un par de meses la vida me empezó a cambiar. Nunca estuve en Medellín para ver esa película.

Ahora aquí, en la comodidad de mi nueva vida no puedo negar que varias lágrimas se dejaron caer, suicidas, por mi cara mientras me soslayaba con la historia. Lo básica que es la vida, lo sencillo que es ser feliz.

Y valió la pena esperar. Ese es el cine que yo sueño hacer, el sueño que me invadió algún tiempo después de que empecé a estudiar periodismo y que ahora, cuando replanteo mi profesión, deseo con todas mis ganas. Me encantaría empezar de una vez ese camino, sin miedo, como lo hizo Tais. Aventurar a irme tras ese ídolo, a construir mi propia estatua. Tanto que al final la figura tomó la forma, de tanto soñarse las cosas se cumplen, se logran. Si me pasó a mí, por algo será. Si ahora estoy aquí, por algo ha de ser...

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