miércoles, octubre 22, 2008

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Hay días que es demasiado difícil vivir. Recuerdo a cada instante a Medellín, a Diana, a mi gente allá al otro lado de las montañas. Y para eso que todo el trabajo de estos días ha sido relacionado con esa hermosa ciudad, con el estadio Atanasio Girardot, vecino de Diana.

No logro sacarla de mi cabeza, no hago más que pensar en ella. Por más que quiero siempre está ahí, y me levanto pensando en ella. Y quisiera, y quisiera. Y aunque me digo que no quiero pensar en ella, todo sigue igual. Ah, que frío el de estos días.

Hablé con la Lyons, ahora vive aquí en Bogotá y tiene un perro labrador dorado. Trabaja en el Invima y en las mañanas atiende una pequeña papelería que tiene con el novio. Un rolo que por nada del mundo se puede enterar que yo vivo en Bogotá porque el tipo me conoce y sabe como fue el cuento con ella. Caramba, de verdad que yo de él no me acuerdo así alguna vez me lo haya cruzado.

Pero no importa, de nada sirve ahora la Lyons. A ella le hice el duelo de tal manera que la cicatriz selló por completo. Así es mucho mejor, así cuando las otras personas llegan no tienen porque preocuparse. Hay una médica muy bonita que ronda, pero por ahora prefiero seguir aquí, tranquilo. Mi fuente en el periódico se está convirtiendo en una gran amiga para conocer gente, y gente muy chévere. Ana a veces se toca cuando nos toca trabajar juntos y yo hablo con ellas, pero Ana sabe que nadie tiene oportunidad en mi vida. Ni la misma Ana. No por ahora, y creo que por mucho tiempo. Con la médica esperemos a ver qué pasa.

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